RESEÑA: LA SOMBRA DE ORIÓN. PABLO MONTOYA. RANDOM HOUSE, 2021

LA SOMBRA DE ORIÓN. PABLO MONTOYA. RANDOM HOUSE, 2021

Orfa Kelita Vanegas

Universidad del Tolima

okvanegasv@ut.edu.co

Reseña publica en Visitas al Patio 15(1), 123–125

https://revistas.unicartagena.edu.co/index.php/visitasalpatio/article/view/3597

Con la publicación de La sombra de Orión (2021), Pablo Montoya traza un nuevo ángulo en su espacio narrativo sobre la violencia política y los efectos devastadores en una sociedad hastiada de la circularidad de este flagelo. Desde las primeras publicaciones el autor colombiano nos ha llevado por un recorrido de más de 1600 páginas: cinco novelas y diversos cuentos, en que las apuestas estéticas para representar los imaginarios contemporáneos en torno a la situación ominosa del poder se conforman de una sucesión de personajes particulares, desplazamientos de la Historia, una audaz mixtura de géneros, el tratamiento de lo íntimo doloroso, el lenguaje lírico fusionado a la prosa, la naturaleza como extensión de la sensibilidad, y toda una mirada renovada de la figura del escritor frente a su ejercicio intelectual y el compromiso con su época.

Los muertos anónimos y los desaparecidos dejados por la Operación militar Orión[1] en la Comuna 13, de Medellín, Colombia, son el núcleo temático de los sucesos de la última novela de Montoya. Reconocemos de nuevo en el transcurso narrativo al personaje escritor Pedro Cadavid y sus inquietudes sobre la realidad que le estrecha. La escritura toma proporción en torno a este alter-ego-continuado de escritor. Asimismo, Montoya vuelve a demostrar su lucidez poética en el abordaje de un contexto atroz y la habilidad del oficio para poner al servicio de la trama una serie de juegos literarios: la metaficción, la mise en abyme paradoxal y elementos de rasgo autoficcional. La sombra de Orión se compone de nueve partes interconectadas a través de sus personajes y la simultaneidad de tiempos y espacios, para presentar un panorama de la conformación de la Comuna 13, que va desde su origen histórico y social hasta la arremetida miliciana, guerrillera, militar y paramilitar; deteniéndose en los efectos de toda índole –políticos, sociales, culturales, emocionales– más recientes.

Como en libros anteriores –Réquiem por un fantasma, Los derrotados, Tríptico de la infamia, La escuela de música, etc.– los intereses estéticos del autor hilvanan una vez más el lenguaje visual, lenguaje musical y lenguaje literario, para ofrecer desde diversas perspectivas los sentidos plurales y posibles a la pregunta “¿Qué hacer con la muerte?” o, de manera más precisa “¿qué hacer con los muertos?” (Montoya, 2021: 219). Ciertamente, es la inquietud por los humillados lo que singulariza la propuesta literaria de Montoya, además de examinar las formas como el arte en sus diversas expresiones se ha ocupado de ellos. Las figuras representativas del poder despótico y/o político: colonizadores, narcotraficantes, guerrilleros, policía, sicarios, mujeres de la mafia, entre otros, muy presentes en el primer plano de la literatura colombiana, se ubican en el trasfondo de las tramas literarias de Montoya, únicamente se sugieren para señalar a los responsables de la masacre y dar realidad moral a las políticas siniestras del poder; mientras que prevalecen las metáforas de los vencidos, el dolor de las víctimas, “las gentes humildes que cayeron en el magma de las confrontaciones” (Montoya, 2021: 306).

La escritura, la memoria femenina, la música y la imagen visual son los cuatro núcleos estéticos que La sombra de Orión propone en su intento de recuperar la realidad de los desaparecidos. El proyecto de Pedro Cadavid de escribir la novela que estamos leyendo –una reduplicación aporística–, constituye desde la lógica de la palabra literaria el nacimiento y consolidación de la Comuna 13. La búsqueda de archivos y de todo tipo de registros testimoniales sobre lo ocurrido durante la ocupación militar se va hilando en la trama novelesca bajo el propósito literario de Cadavid. Se entra directamente a los espacios privados y plurales, no solo los físicos, de quienes habitan la Comuna. Asimismo, a partir de la reflexión moral del escritor personaje reconocemos el enfoque político acusador que la narrativa resguarda. Con más de 20 semblanzas que responden a la inquietud sobre la naturaleza de los desaparecidos se da forma al capítulo La Escombrera. “¿Cómo delimitar a un desaparecido? Ni siquiera otorgándole la muerte es posible hacerlo”, es la pregunta que se ensancha ante al proyecto literario de Cadavid (Montoya, 2021: 304).

La memoria femenina juega un papel fundamental en la escritura. Alma es el personaje femenino eje de la trama, su simbología asociada a la sensualidad, al Origen, a la Pachamama, se abre en múltiples sentidos. Con ella se enfoca la vista al pasado de la Comuna para reconocer un grupo de mujeres valientes –comunidad de religiosas, lideresas sociales, madres solidarias, amantes aguerridas, etc.– y su papel civilizatorio y de llamado siempre a la sensatez y el acuerdo en “un territorio de machos” minado de odios, balas y terror. La sanación espiritual y física de Pedro es asimismo resultado de la tradición ancestral que Alma representa. Se accede con los conocimientos de esta heroína a la inmanencia de la memoria de los antepasados indígenas y a la proyección del duelo y posible solución de los problemas sociales. “Alma le había recordado […] que la tierra era la causa de los males en Colombia […] Y que ella, la tierra, terminaba siendo también la forma más eficaz de sanación” (Montoya, 2021: 409). El punto vital de equilibrio para el desarrollo de la escritura y la lucidez de Pedro Cadavid es Alma Agudelo.

El lenguaje visual se fusiona nuevamente en el entramado narrativo. En Los derrotados (2012) y Tríptico de la infamia (2015) el escritor colombiano ya había demostrado el interés estético de dialogar en provecho mutuo lo visual y lo literario, como posibilidad de acceso a lo intangible o inenarrable del mundo funesto dejado por la guerra. La Sombra de Orión incorpora lo visual con un mapa descomunal sobre la muerte, el trazo gráfico de una zona tan grande como la misma comuna. Ovario de Jesús Serna, el cartógrafo, es quien se “echa sobre su espalda” –jorobada y maltrecha– el deber de dibujar un mapa con cada sitio donde han ido cayendo los jóvenes, las adolescentes y demás habitantes de la Comuna 13. Hay acaso en este acto la intención de Serna de reconocer el papel de victimario que jugó en su momento y pedir perdón por las vidas robadas. El mapa es un diseño de la memoria individual y colectiva. Con su desproporción tal cartografía funesta niega la naturaleza abstracta que comprende toda representación visual de un territorio. Lo absurdo de la empresa del jorobado puede leerse, quizás, como alegoría de la violencia irracional, de la bárbara espiral de muertos y desaparecidos de la historia de la nación.

El territorio de la Comuna 13 es, de la misma manera, lugar de exploración para Mateo Piedrahita. Este músico se interesa particularmente por La Escombrera, un lugar donde se tiran los escombros de la ciudad y se abandonan los muertos desaparecidos por los actores de la guerra. Con unos equipos únicos y sofisticados además de todo un conocimiento de la física del sonido, Piedrahita construye una sonoteca con los rastros sonoros que recoge de lo profundo de la tierra. ¿Cómo suena un muerto enterrado? es la pregunta lúgubre que surge a medida que se conoce el método de Piedrahita para recuperar la humanidad de los desaparecidos. Con este personaje la sensibilidad se eriza a medida que se recorre un territorio contaminado por el rencor político y la maquinaria de la muerte. Con Piedrahita la escritura logra penetrar afectivamente un mundo no accesible o por lo menos irrepresentable con la palabra. Reconocemos que Pedro con su escritura da voz a los desaparecidos, la palabra articula de manera coherente la posibilidad de expresión de cada muerto rastreado; empero, confrontarse con el registro sonoro de Piedrahita es hundirse en lo ininteligible, en “un enjambre descomunal [que] aturde cuando se oye” (Montoya, 2021: 295), un sonido sordo, de ahogamiento y depresión, que sugiere con magistral audacia la posibilidad de un inframundo horroroso que acosa a los cuerpos olvidados entre los escombros de la Comuna. Paralelo al lenguaje sonoro de Piedrahita, la novela despliega los ritmos urbanos, aparecen jóvenes cantantes de rap y trap, que como juglares contemporáneos recogen en sus letras y ritmos la vida de la comuna, su desazón y esperanza.

Un aspecto que llama la atención de las apuestas estéticas que la novela propone para responder a la pregunta por los desaparecidos y los muertos, es la constante reflexión sobre la inutilidad potencial de estos proyectos. Sin embargo, en la ficción la escritura fluye, el registro sonoro aumenta y el mapa de la muerte sigue creciendo; estas formas paradójicas sustentadas sobre lo posible y lo imposible, si bien generan recelo en sus creadores frente al objetivo de su empresa, siguen adelante porque íntimamente se reconoce la necesidad de visibilizar lo siniestro, de construir una verdad diferente y posibilitar otros relatos que alimenten la memoria social desde el ángulo de quien sufre en su cuerpo los embates de la fuerza criminal.

En síntesis, La sombra de Orión se construye desde la lógica de la paradoja, mas cada uno de sus elementos compositivos se amalgaman de manera armónica o se disponen como polos opuestos entre los cuales necesariamente se accede a un mundo vedado, para recuperar la realidad de los muertos desconocidos en su paradero, como afirma Pedro Cadavid. La novela se une, de este modo, a la red de sentido que busca entender los diversos matices de la historia violenta de un país que sigue aplastando a quienes habitan en la periferia del Poder.


[1] La Operación Orión fue un operativo militar presidido por Álvaro Uribe Vélez bajo el proyecto de gobierno “Seguridad democrática”. Se desarrolló entre el 16 y el 17 de octubre de 2002 en la Comuna 13 de Medellín con el propósito de exterminar la presencia de las Milicias Urbanas de todo tipo. Bajo la declaratoria de Estado de Excepción la fuerza pública asociada con grupos paramilitares irrumpió en la Comuna y dejó un saldo importante de heridos civiles, homicidios cometidos por la fuerza pública, personas torturadas, desapariciones forzadas y detenciones arbitrarias, según la Corporación Jurídica Libertad.

Acerca de Orfa Kelita Vanegas

Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Magister en Literatura por la Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia. Profesora e investigadora Asociada de la Universidad del Tolima, Colombia.

Publicado el noviembre 15, 2021 en Didáctica de la literatura. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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