La intromisión del “yo escritor” en la narrativa colombiana y su obsesión por el pasado político

Orfa Kelita Vanegas

okvanegasv@ut.edu.co

Universidad del Tolima

https://orcid.org/0000-0002-3455-6563

Artículo publicado en la revista Visitas al patio, Vol. 6, Nº 1, 2022

Resumen

Este artículo indaga la intromisión del “yo escritor” que un conjunto de novelistas colombianos realiza en su propia obra con el propósito de revisar la memoria política colombiana. Las narrativas en cuestión coinciden en proponer un “alter-ego” de escritor, un novelista personaje que se autonarra en sus particularidades íntimas y familiares mientras a su vez va construyendo una especie de “alter-texto”, una historia paralela a la personal, de momentos políticos coyunturales de la historia del país: el Bogotazo, la guerra de guerrillas, el crecimiento del paramilitarismo, la Operación Orión, etc. La narración del autor ficcional anclada a una mirada afectiva se propone como novedosa posibilidad ante el colapso de la imaginación creadora de la novelística colombiana y su tema obligado: la violencia política. Unido a este tipo de lúdica literaria, la narrativa apuesta también a la incorporación metafórica de la fotografía privada y pública, para vitalizar el efecto de veracidad de lo narrado y comprometer, asimismo, la recordación de quien ha sucumbido en el surco atroz de la historia nacional.

Un aspecto que resulta llamativo en el corpus de narrativas que aborda este artículo es la confluencia de los epígrafes en una preocupación común: el sufrimiento íntimo y su relación directa con los avatares políticos. No deja de sorprender que libros disímiles en su particularidad temática y propuesta estética apunten de manera directa, desde las primeras líneas peritextuales, a la pregunta por el pasado, los vacíos de la memoria, el dolor íntimo, la desesperanza y lo explícito de la violencia política. Veamos algunos de ellos: “Jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia”, es una afirmación decisiva del personaje poeta de José Eustasio Rivera que, junto a la consigna de Piglia: “Hay que contar la historia de las derrotas”, sirven de umbral a Los derrotados. En Plegarias Nocturnas se dejan leer las palabras de Lou Andreas Salomé: “Lo que quedaba al final, cualquier fuera el modo en que cambiaran el mundo o la vida, era el hecho inamovible de un universo abandonado por Dios”. Abad Faciolince, de su parte, recurre al melancólico verso de Yehuda Amijai: “Y por amor a la memoria llevo sobre mi cara la cara de mi padre”. En La forma de las ruinas, Shakespeare es el citado: “Eres las ruinas del hombre más noble…” a propósito de Julio César. Y La sombra de Orión retoma una frase de Sófocles: “Un dios armado de fuego ha envestido la ciudad”. Se sabe que todo epígrafe es consustancial a la trama y anuncia o prepara al lector para los acontecimientos que siguen. De esta manera, los epígrafes citados cobran relevancia cuando los relacionamos entre sí e inferimos en ellos las preocupaciones éticas y estéticas de quien escribe. Cada epígrafe vendría a ser indicio tanto del interés poético por enlazar lo escrito a una tradición literaria anclada al dolor y la desolación, como de la inquietud incesante del escritor colombiano por las realidades nacionales, que se imponen al momento de ubicar en el plano ficcional la memoria personal y la cultural del país.
Ciertamente, cuando se revisa la narrativa colombiana publicada en la primera parte del siglo XXI, además de la de entre décadas del cincuenta y noventa, es patente el interés de las autoras y autores colombianos por la historia política nacional. Cada generación o momento de lo literario realiza “vistas de pasado” con la intención de ordenar y comprender no solo el caos político del presente sino también el que se ha heredado. Incluso, la novelística reciente se interesa por construir una explicación a lo que se es hoy como sujeto individual y social, desandando los entresijos del pasado familiar y de la nación. Así entonces, a continuación, en un primer momento se intenta ubicar el corpus de narrativas de estudio en el campo de la novela colombiana interesada por las realidades históricas nacionales relacionadas con las violencias. Consideramos la necesidad de reconocer –así sea de manera panorámica por las condiciones de este espacio– los intereses estéticos de los escritores, además de su “función social”, al momento de tratar las proporciones entre causas y consecuencias de las violencias. Es innegable que los autores se han visto empujados a reinventar el lenguaje, a acudir a estrategias de escritura capaces de incorporar poéticamente los destrozos derivados de la infelicidad política. De hecho, con miras a indagar las apuestas de escritura, en un segundo momento, revisamos la identidad narrativa de los textos estudiados. Nos interesa rastrear el propósito y los modos literarios que conforman al personaje escritor, especie de alter ego del autor, que la escritura propone como eje que dinamiza la trama al momento de recordar lo íntimo y lo público. No pasa desapercibida la exploración del “yo escritor” como posibilidad de desidentificación de sí mismo y de “reidentificación” del otro, de aquel que ha sido arrebatado por la guerra. La presencia in corpore e in verbis del escritor en su narración conforman una auto(r)ficción; se podría afirmar, que potencia la capacidad expresiva de la escritura frente a la complejidad de reponer la realidad intangible, el silencio y el vacío. En un tercer momento, un elemento más sobre el que reflexionamos por estar en estrecha relación con la intromisión del escritor en su obra, es la incorporación visual o escrita de la fotografía en el desarrollo de los hechos ficcionados. El fotógrafo de guerra y el pintor “comprometido” aparecen como personajes novedosos encargados de desplegar una estética de lo visual en su interés por vivificar el pasado. Con ellos los principios de la imagen visual -la fotografía bélica, la foto forense, los retratos privados o familiares, la foto impresa en medios informativos– conforman una zona intersticial en que lo impreso en la imagen como situación real se nutre del relato ficcional y, a su vez, el relato ficcional genera un efecto de veracidad histórica cuando se sirve de la fotografía a modo de pre-texto. Verdad visual y ficción narrativa se conjugan de manera dinámica cuando el escritor se propone narrar la historia del país con la evidencia –y fuerza– de lo vivido. No sobra indicar que a propósito de los epígrafes de las novelas en cuestión, este artículo titulará su apartados recurriendo a algunos de ellos…

Acerca de Orfa Kelita Vanegas

Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Magister en Literatura por la Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia. Profesora e investigadora Asociada de la Universidad del Tolima, Colombia.

Publicado el octubre 19, 2022 en Didáctica de la literatura. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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